Hay vida fuera de los caminos trillados. Eso es lo más difícil en el flamenco: tener un sello propio, un sonido definido que te identifique. David de Arahal lo ha conseguido con apenas dos discos en el mercado por la utilización de recursos característicos como el trémolo, los armónicos y los arrastres. Pero también por su concepto de la música jonda que huye de efectismos, de énfasis … de la velocidad. David de Arahal concede toda la importancia a cada nota, a cada matiz. Ha desarbolado la jerarquía dominante de lo jondo actual. Ha transformado los golpes en la tapa en caricias sutiles hacia su instrumento. El impulso rítmico no es un asfixiante frenesí sino un colchón en el que su música reposa plácidamente. Ha transformado la tensión física y emocional de la guitarra actual en serenidad. Su música es un oasis en la guitarra flamenca contemporánea. En ocasiones, el desarrollo melódico se hace tan moroso que parece que se va a detener. Se inspira en la figura de Ramón Montoya aunque con un sello propio, como digo, que deriva de su personalidad, de su sensibilidad artística. Es una guitarra de otro tiempo, o fuera del tiempo. Fuera de un tiempo obsesionado por la velocidad, por el compás. Una guitarra que busca la exquisitez melódica. Se vio así desde un primer momento, desde la granaína. Se vio que este joven tocaor ha desmenuzado los estilos, los ha diseccionado para poner el legado clásico en otro contexto y ofrecer el entorno necesario para dar rienda suelta a su creatividad, a su manera de ver las cosas. Es revolucionario a su manera, porque desdibuja lo que hoy está establecido como el legado clásico. A fuerza de pulir el estilo se convierte en una nueva creación, una nueva manera de entender lo jondo. También la rondeña es una creación totalmente nueva, aunque con guiños a la fórmula clásica de Ramón Montoya. Los rasgueos apenas hacen acto de presencia, con mucho cuidado, en la elegante alegría. La caña demuestra que David de Arahal conoce la tradición y que, sin pervertirla, le da la vuelta a su manera. Algo parecido podemos decir de los jaleos, de los tanguillos. De la soleá, que ha descompuesto minuciosamente, para volver a armarla de otra manera. La fiesta termina con una marcha procesional, Cuarta trabajadera, de David Lobato, la única composición ajena, en este caso ajena también al repertorio jondo, que ofreció este recital. Ni rumba, ni tango, ni bulería. No hacen falta. La vida está fuera de los caminos trillados.
‘Avenida de los cisnes’. David de Arahal. XXVI Noches en los Jardines del Real Alcázar. Guitarra: David de Arahal. Segunda guitarra: Ángel Vera. Lugar: Jardines del Real Alcázar. Fecha: Jueves, 7 de agosto. Aforo: Lleno.
Imagen: David de Arahal en los Jardines del Alcázar. / Actidea