La Revista de Flamencología incluye en su ultimo número una transcripción de las cuatro únicas grabaciones de Javier Molina. El último número de la Revista de Flamencología incluye un trabajo de David Monge García donde transcribe las cuatro únicas grabaciones que llevó a cabo Javier Molina, acompañando al cante de Manuel Torre.
Javier Molina Cundí puede servir como cualquier otro de los protagonistas principales de la historia de este arte, como ejemplo de la batalla cultural a la que estamos avocados, al parecer. De una parte, Molina es el creador, o el trasmisor, de lo que hoy se llama “escuela jerezana del toque”. El problema es que Molina no es “de la etnia adecuada” y algunos de los más genuinos representantes del toque jerezano consideran que éste es de raigambre exclusivamente gitana. De otra parte tenemos a los cultos. Molina Cundí le dijo a su biógrafo Augusto Butler que leía partituras y que era concertista tanto del género flamenco como del clásico. Una biografía de Molina Cundí escrita por uno de estos cultos afirma que es imposible dar credibilidad a esta afirmación ya que no hay otras fuentes que lo confirmen. Juan de la Plata, que entrevisto a Molina en 1955, afirmó que en su casa vio partituras de música. Además, en las gacetillas de principios del siglo XX definen a Molina, en diferentes ocasiones, lugares y épocas, como “eminente concertista”, “maestro”, “profesor” y “catedrático” de la guitarra. Por otra parte, la llamada escuela jerezana de toque es posible que proceda de Cádiz, ya que Molina Cundí fue alumno de Paco el Barbero e, indirectamente, de Patiño. Eso sin minusvalorar las contribuciones que Molina Cundí y Manuel Morao llevaron a cabo en la construcción de esta, así llamada, escuela jerezana de toque. Molina Cundí se reconoce discípulo de Paco el Barbero que tuvo academia de guitarra en Sevilla. Quizá en el tiempo que Molina vivió en Sevilla recibió la influencia de Paco el Barbero, donde compartió escenario en los cafés cantantes con él.
Molina comenta que cuando llegó a los cafés cantantes de Madrid además de acompañar, hacía toques solistas. Dice que tocaba “clásico y flamenco”. Butler argumenta que Molina hacía arreglos de arias de ópera y zarzuela. Es decir, lo que hacía Julián Arcas, Parga, Francisco Sánchez, etc. Juan de la Plata afirma que en la casa de Javier Molina había partituras de estas músicas. Molina se inicia como profesional en el jerezano café cantante de la Vera-Cruz. Luego hizo la famosa gira a pie con su hermano Antonio y con Chacón por Cádiz, Sevila, Huelva y Extremadura. Acompañó en los cafés cantantes a Manuel Torre, con el que hizo los cuatro únicos registros que se conservan del tocaor, grabados cuando Molina contaba 62 años. También acompañó El Nitri, Manuel Molina, Paco la Luz, Loco Mateo, Chato de Jerez, Marrurro, Niño Medina, Joaquín Lacherna … y también a la siguiente generación: Niña de los Peines, Centeno, Cojo de Málaga, Luisa Requejo, etc. A Butler le dijo que fue el que preparó a Lola Flores como artista del baile para su debut en el año 1939 en el Teatro Villamarta de Jerez. En los años 40 se retira de los escenarios y se dedica a la enseñanza de su arte. Además de Manuel Morao y de la escuela de ciegos de Jerez, fue maestro de El Lápiz, Juan Morao, Antonio de Sanlúcar, Isidro Muñoz, padre de Manolo Sanlúcar, Rafael del Águila y José Luis Balao, a su vez maestros estos dos últimos de varias generaciones de tocaores jerezanos. Todo el toque jerezano actual deriva de Morao, Del Águila y Balao de manera directa o indirecta. Por eso se dice que Molina es el padre del toque jerezano. Algunas características de esta escuela de toque vienen de Paco el Barbero y Patiño, maestro a su vez de Paco el Barbero.
Al parecer Antonio Sol, otro discípulo de Patiño, también fue maestro de Molina. Así que la escuela jerezana de toque deriva finalmente de Patiño, maestro del Barbero y de Sol, al margen de las aportaciones personales de Molina y Manuel Morao. De hecho, en las escasas grabaciones que tenemos de Molina, interpreta alguna falseta que la tradición atribuye a Patiño. Y, por supuesto, hoy queda totalmente desmentida aquella idea de que Javier Molina conservó con pureza el toque jerezano porque apenas salió de su ciudad natal: ya hemos visto que fue profesional en los cafés cantantes de Sevilla y Madrid, que hizo grabaciones. Por otra parte, eran muchos los artistas de la sonanta jonda que iban a Jerez a trabajar en los cafés cantantes. Así que ese mito de la pureza incontaminada no se sostiene.
‘Revista de Flamencología’ nº 33. Manuel Naranjo (coord.). Cátedra de Flamencología de Jerez, 107 pp.
Imagen: Jaiver Molina, a la guitarra, de fiesta con Antonio Chacón, Bombita y Belmonte en Sevilla (1912). / Archivo J V