¡Conozca la 'Historia del Flamenco'!

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¿Quién teme al lobo flamenco?

Se estrena la película biográfica ‘Antonio, el bailarín de España’ sobre el bailaor Antonio Ruiz Soler, un nombre fundamental en la historia del flamenco del siglo XX.  Antonio era “gypsy flamenco dancer” en Estados Unidos y “el bailarín” en España. Ruiz Soler, que era muy inteligente, sabía qué tipo de racismos, muy distintos, eran el norteamericano y el español. La desflamenquización de Antonio no es ninguna novedad. En otras producciones, congresos, espectáculos, exposiciones, artículos, tesis doctorales y libros ya resultaba patente. Es el mismo caso que el de Antonia Mercé La Argentina, Encarnación López La Argentinita, Pilar López y otros protagonistas de la edad de oro del Ballet Flamenco.

Eduardo Galeano dijo en “Los nadie” que cuando lo hacen los ricos lo llaman cultura y cuando lo hacen los pobres le llaman folklore. La ecuación es válida si sustituimos folclore por flamenco y cultura por danza estilizada. ¡Qué cursilada de expresión, danza estilizada! Una cosa es que la inventara Mariemma, colaboradora de Antonio por cierto, en pleno franquismo, y otra es que se siga utilizando hoy, cuando el propio ballet institucional de nuestra Comunidad Autónoma adoptó, con buen criterio, el nombre de Ballet Flamenco de Andalucía. ¿Quién teme a la palabra flamenco?

Hasta los 15 minutos de duración de este documental no se pronuncia la palabra flamenco. Y luego se pronuncia en apenas 4 o 5 ocasiones. Cuando resulta imprescindible. En esta línea, se dice en el film que “la danza española estilizada la configura Antonio Ruiz Soler”. Eso no es cierto. Antes que Antonio estuvo La Argentina, que fue su creadora. Y luego La Argentinita, Laura de San Telmo, Pilar López, etc. La propia Carmen Amaya bailó, al ritmo de sus castañuelas, las músicas de Albéniz, Falla, Turina, etc. Rafael Ortega fue parte de la compañía de La Argentinita y la propia Pastora Imperio estrenó El amor brujo en 1915. En realidad todos los flamencos bailaban música académica nacionalista hasta hace medio siglo, o menos: José Greco, Manolo Vargas, Antonio Gades, Mario Mayo … hasta el propio maestro Farruco bailaba el Albaicín de Albéniz cuando estaba en la compañía de Pilar López.

El film evidencia, una vez más, un complejo de inferioridad cultural lamentable cuando magnifica, por ejemplo, los números “americanos” de la película La nueva Cenicienta (1964). Pero hombre, si estamos hablando de un señor que se inventó el martinete como baile, que se inventó el taranto moderno, que hizo una coreografía para El sombrero de tres picos que rivaliza en popularidad con la original, a la que indudablemente supera. Pues no, los números en los que imita a West Side Story (1961) de La nueva Cenicienta (1964) no son precisamente lo mejor de Antonio, ni ha pasado a la historia por eso.

Al final de esta película Antonio de viva voz se reivindica como artista, y reniega del papel cuché. En eso incurre en gran medida esta obra. No se regatean los ditirambos. Pero en ningún momento se nos dice qué representó Antonio para el flamenco y el ballet flamenco. Porque no, no lo “configuró”. Pero sí lo elevó a cotas altísimas. Y es que, en tanto que no se encare la figura de Antonio como lo que fue, un flamenco, no se logrará entender al personaje.

También desde el flamenco supuestamente tradicionalista se ha minusvalorado su valía jonda. Incluso en la voz de algunos de sus más estrechos colaboradores, cosa francamente lamentable. Ambos puntos de vista son fruto de los prejuicios y, sobre todo, de los intereses mercantiles de los que los expresan, en el momento en que los expresan. Y el lugar. Como me dijo en una ocasión un guitarrita “la diferencia entre bailarín y bailaor es una cuestión de caché”. Antonio, el bailarín de España toma prestado su título de un libro de fotografías de Gyennes publicado en 1964.

Esta película supone un gran despliegue de medios técnicos. Plausible. Pero, una vez más, el artista se les ha escapado de entre las manos a sus responsables. La desflamenquización de Antonio la inició el propio Antonio a su vuelta de América. Pero estamos hablando de un estado dictatorial y sin embargo hoy vivimos en una democracia consolidada. Los motivos son los mismos, o el mismo: el caché. Y da igual que pretendamos que celebramos el aniversario de la llegada de los gitanos a España. Un país que no ha encarado su racismo ancestral. Lo mejor de la película son los testimonios de los que fueron discípulos y colaboradores de Antonio: José Antonio y Carmen Rojas. Especialmente emocionantes son las declaraciones en el film de esta última, que era una desconocida para la mayoría de los aficionados. Pero ¿por qué no le preguntan por la creación del taranto, que tantas veces bailó? También es agradable escuchar las cintas que grabó Santy Arriazu con la voz de Antonio. Aunque no aporten novedad alguna, ya que el contenido de estas cintas se desgranó en dos libros y una serie en el papel cuché. Se divulgaron ampliamente en su momento. En los libros Antonio lo cuenta todo con pelos y señales. Incluso eso por lo que la película pasa de puntillas. Pero, una vez más, es un placer escuchar la voz de Antonio Ruiz Soler.

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