Inés Bacán nos ofreció el recital íntimo al que nos tiene acostumbrados. Sobrecogedora en el martinete que abrió la noche, que desde ese momento se olvidaría por completo del programa de mano. Intensa en la bulería por soleá. Doliente en la seguiriya. Lírica y colorista en la nana. Concha Vargas ofreció una pincelada en el martinete, con sombrero y pantalón, al estilo Farruco. Para pasar luego a la soleá vestida de encaje rojo. Íntima, quintaesenciada: el esquema mismo del baile. El mínimo de danza que se despacha. Con una manos muy expresivas, de la mejor escuela. Simple, rotonda, categórica. Para ponerse juguetona en el romance por fiesta de blanco. Moi de Morón nos regaló ese cante para el baile rotundo, épico, muy físico, sobre el que el paso de los años sigue sin hacer mella, que tuvo su contrapunto en Juan de Juanelo. Curro Vargas fue el soporte rítmico de este edificio ofreciendo asimismo un toque solista minero evocador y saltarín, barroco, en las antípodas de la austeridad habitual en dicho género. Gal Maestro aportó variedad tímbrica, compás, y unos arreglos de fantasía en la nana. Son dos grandes artistas, más que contrastadas y la verdad es que no necesitan del marketing grandilocuente y trasnochado con el que nos las vendieron anoche desde el programa de mano y desde el audio inicial. Incluso desde las autocomplacientes letras por soleá del baile. En especial en el caso de Inés Bacán que es la naturalidad, el primitivismo naif, en escena. Todo lo contrario de la grandilocuencia.
*** ‘Lebrisah’. Concha Vargas e Inés Bacán. Baile: Concha Vargas. Cante: Inés Bacán. Cante y palmas: Moi de Morón, Juan Juanelo. Guitarra: Curro Vargas. Contrabajo: Gal Maestro. Lugar: Teatro Cajasol. Fecha: Jueves, 12 de junio. Aforo: Lleno.
Imagen: Concha Vargas por soleá / Remedios Malvárez-Fundación Cajasol.
