El espectáculo presenta una puesta en escena sencilla, austera, en la que la luz y las miradas se dirigen hacia el protagonismo del baile. La coreografía es clara, pulcra. Lo que Guerrero quiere contar es justo lo que se presenta ante nuestros ojos. Y el gaditano es, sin duda, el bailaor más elegante del panorama actual. Pero no solo Guerrero. Sara Jiménez y Julia Acosta lucen a su misma altura. En sucesivos solos, dúos y tríos cómplices plenos de armonía y sensualidad. El comienzo, la alborada, en la guitarra de José Acedo, me recuerda la Nacencia de Manolo Sanlúcar. Los músculos se desperezan, las piernas se estiran. El movimiento se demora y se hace delicado, lírico. No hay prisa. Se opta por la naturalidad. El virtuosismo está al servicio del mensaje. El vestuario, pulcro, inmaculado, parece inspirarse en una frase que dice Remedios Amaya desde la gran pantalla: “cuando era pequeña jugaba a ser bailaora. Le cogía las sábanas a mi madre y soñaba que era una bata de cola”. El vestuario, pulcro, inmaculado, está confeccionado sobre sábanas blancas. Luego viene una sucesión de bailes en los que se alterna el frenesí de los estilos más rítmicos, tanguillos, tangos, con otros más reposados como el romance o la milonga, en donde Jesús Corbacho se funde con la tradición de los años 20 y 30 sacando una enorme personalidad cantaora. Hasta que la sala se inunda de un bombardeo figurado. El ruido se hace insoportable y sobre la gran pantalla desfilan las imágenes que llevamos dos años viendo en los telediarios. También aparece un bombardeo figurado del barrio de Triana, nuestro querido barrio cuando aún los alquileres no superaban los de Montmatre. La tragedia se cierne sobre nuestros ojos, pero, sobre todo, sobre nuestros oídos. En forma de petenera. Será, acaso, por eso de que la flamencología atribuyó al estilo, en una teoría ya refutada, un origen sefardí. El volumen brutal, que diría Barón Rojo, sigue, y eso me impide disfrutar de una soleá en la que Guerrero lo da todo hasta el punto de morir, figuradamente, bailando. El de Guerrero es un baile denso, muy exigente a nivel técnico, con un derroche de recursos y de energía al alcance de pocos intérpretes, pero claro para el espectador. El espectáculo ha sido contemplativo y en muchos pasajes humorístico. Ahora se convierte en tragedia. Lo del sonido tiene un sentido narrativo aunque es ya un tópico de la escena contemporánea abusar de la confianza del espectador. El ruido mediático se ha apoderado de la calle, de la escena. Comentaba hace unos días el bailaor en este periódico que “si solo vamos a los teatros a que nos entretengan, vamos mal”. En esta línea, el último premio Planeta ha recibido críticas feroces por reivindicar el entretenimiento. Reivindico desde aquí el entretenimiento. El mayor poeta del siglo XX, John Ford, era un entretenedor. El mayor bailarín del siglo XX, Fred Astaire, era un entretenedor. Otra cosa es que entreteniéndonos nos hablaran de la condición humana. Pero su tarea primera, entendían, era entretener. Lo mejor de Tolstoi, el mayor narrador de la historia, surge justo cuando deja de aleccionar. El arte tiene un compromiso, sí. Con el arte. Entiendo que haya que gritar mucho, porque el coro de los indignados, de todos los signos, tiene ya la yugular a punto de estallar. Pero el ruido impide que escuchemos el mensaje. El ruido, un problema del primer mundo. Pero no estoy aquí para hablar de la vivienda, las cortes de luz en el colegio, los cribados. Y, francamente, reproducir las imágenes de los telediarios en la gran pantalla no te convierte en un Miguel Hernández. Shakespeare era un entretenedor.
‘Debajo de los pies’. Eduardo Guerrero. Baile: Eduardo Guerrero, Julia Acosta, Sara Jiménez. Guitarra: Joselito Acedo. Percusión: Antonio Carmona. Cante: Jesús Corbacho. Coreografía: Eduardo Guerrero, Marco Flores, Alberto Sellés y Sara Jiménez. Dirección de escena y dramaturgia: Mateo Feijóo. Dirección musical: Joselito Acedo. Dirección compañía: Eduardo Guerrero. Trabajo de campo y asesoramiento: David Lagos. Audiovisuales y espacio sonoro: Los Voluble. Asesoramiento coreográfico: Rocío Molina e Iván Amaya. Diseño de iluminación: Benito Jiménez. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 19 de octubre. Aforo: Media entrada.
Imagen: José Acedo, Eduardo Guerreo, Julia Acosta y Sara Jiménez, en el Maestranza. / Guillermo Mendo/Teatro de la Maestranza.