La Carmen de Mérimée baila y toca las castañuelas, en al menos seis ocasiones, ella o sus congéneres, a lo largo de la novela. Baila la romalis que, según Richard Ford, era el Olé. George Bizet en su versión de la obra, con libreto en francés de Ludovic Halévy y Henri Meilhac, incluye varias escenas con bailes tradicionales españoles: las seguidillas, la canción gitana en la taberna de Lillas Pastia, la famosa habanera, que en aquel momento se identifica con lo inequívocamente español, el fandango del tercer entreacto. Es por ello que muchas de las intérpretes que la han encarnado en la gran pantalla se han visto obligadas a colocarse las castañuelas. La primera fue Geraldine Farrar a las órdenes de Cecil B DeMille en 1915, iniciando de este modo su exitosa carrera cinematográfica. Adornada con las correspondientes castañuelas, baila unas seguidillas acompañada por la guitarra, que más parece un tango porteño, en la taberna de Lillas Pastia. Unos minutos antes, en la misma taberna, vemos un baile por seguidillas interpretado por una pareja de bailaores profesionales, esta vez sí. En ese mismo año, Charlie Chaplin, como Don José, le quita la vez a Carmen-Edna Purviance en escena, que también maneja las castañuelas, también sobre una tarima. Con la curiosidad de que, según los títulos, es un fandango lo que interpretan. La Carmen de Lubitsch, que veremos en la gran pantalla con la música en directo de la Sinfónica de Sevilla, en el Teatro de la Maestranza, el próximo día 12 de noviembre, es Pola Negri. La polaca no se pone las castañuelas, en esta ocasión. Baila con un pandero, que luego utiliza para recabar una contribución a los espectadores y, la verdad, con mucho mejor estilo que sus predecesoras. No en vano, su primer destino profesional había sido la danza. Volvería a interpretar bailes “españoles” en The spanish dancer (1923). Dos son los bailes que nos ofrece la gran Dolores de Río en The loves of Carmen (1927) de Raoul Walsh, que recuerdan más al jarabe característico de su tierra que al flamenco que pretenden evocar.Y ¿qué pasa con el cine español? Pues hemos de esperar hasta que Imperio Argentina se meta en la piel de Carmen la de Triana (1938), a las órdenes de Florian Rey, en la UFA de Goebbels. En la versión española no hay referencia alguna a Mérimée que si encontramos en la alemana, pues ya saben ustedes que, como explicó La niña de tus ojos de Trueba, se rodaron dos versiones, siendo la actriz española la única que repite, cantando y dialogando en alemán. Dos canciones por bulerías y una por zambra canta Argentina en alemán, además de bailar por alegrías, con las guitarras maestras de Ramón y Carlos Montoya, en la única aparición del gran don Ramón, el creador de la rondeña flamenca, en la gran pantalla. En la versión en alemán lo escuchamos además, por seguiriyas, mientras que en esa misma escena lo que suena, en la versión española, es soleá. Luego repetiría el papel, y las canciones, más un zorongo a ritmo de tango flamenco, Sara Montiel en Carmen la de Ronda (1959) de Tulio Demicheli que, como la de Argentina, es “española y decente”. Más comprometida es la de Julio Diamante de 1975 a cargo de la bailaora Sara Lezana, con actuaciones de Enrique Morente y Agujetas de Jerez. El primero canta por seguiriyas y le canta a Lezana por peteneras y tientos-tangos. El segundo unos martinetes sobrecogedores. También vemos en un pasaje a Enrique el Cojo. La última Carmen flamenca de cine, por ahora, es Laura del Sol en la brillante y premiada película de Saura de 1983. Mi Carmen de cine favorita es Rita Hayworth en The loves of Carmen (1948) de Charles Vidor.
‘Carmen’ Ernst Lubitsch. Orquesta Sinfónica de Sevilla. Teatro de la Maestranza. 12 de noviembre.