Se trata de la primera vez en el mundo del flamenco en la que la película es el origen de la versión teatral, de ahí que Carlos Saura, que, por otra parte, también era un hombre de teatro, figure como autor. La versión teatral presenta algunas diferencias con respecto a la cinematográfica.
No era la primera vez que su autor se enfrentaba a un “mito hispánico” ya que su primera obra escénica había sido Don Juan. Todos los autores que se enfrentan al mito se presentan como desmitificadores del mismo, y Gades no es una excepción. Pero, al mismo tiempo, se alimentan de él. Por eso Gades se vale de Carmen para hablarnos de lo que le interesa: la libertad, en su particular concepción; la conciencia de clase, en su particular concepción. Gades cree que don José es un desclasado y trabaja en su propia biografía, la de un hijo de albañil metido a artista, para ofrecernos un don José más carnal. Pero ¿más carnal que quién? Todos los iconoclastas trabajan con una imagen que derribar, pero, en muchos casos, esa imagen está en su corazón y no afuera. En sus dificultades proyectadas “en la sociedad”. Para empezar, Gades nos dice que quiere ir más allá de Bizet. Hasta Mérimée. Por supuesto que la obra de Mérimée, que es la original, aunque tuvo sus antecedentes, es más dura, más descarnada, que ya es decir, que la de Bizet, la de Ludovic Halévy y Henri Meilhac, que son los autores del libreto. Mérimée escribía para un público parisino, “viajero en casa” pero se había documentado profusamente, no solo de su amistad y familiaridad con Estébanez Calderón, la condesa de Montijo, Sebastián Herrero o Borrow, sus antecedentes, también de sus viajes a España. Eso sí, que Carmen hablara en eusquera es una concesión exotista, otra más, que hoy nos hace sonreír. Una gitana de Sevilla que habla en vasco. ¿Por qué no? La Carmen de Mérimée baila y toca las castañuelas, en al menos seis ocasiones, ella o sus congéneres, a lo largo de la novela. Sin embargo en esta obra no aparecen las castañuelas. Cuando se estrenó, en 1983, las castañuelas parecían algo antiguo, pasado de moda. Y esta coreografía es hija de su tiempo. Carmen en la novela, baila la romalis que, según Richard Ford, era el Olé. George Bizet en su versión de la obra incluye dos bailes tradicionales españoles, las seguidillas y la famosa habanera, que en aquel momento se identifica con lo inequívocamente español. Y tanto, ya que era un plagio de la habanera El arreglito de Iradier. No podemos sospechar que Bizet no supiera que ésta fuera una música de autor.
El paso a dos de la habanera es una de las cimas de esta versión, así como el paso marcial de los soldados, que volvería a usar Gades en el futuro. De tan sencillos resultan ejemplares. Esta Carmen presenta más de una escena de pura emoción coreográfica y musical. Esta compañía, como no puede ser de otra manera, incide en la continuación y emulación de la propuesta original de Gades. El bailaor sevillano Álvaro Madrid dota de frescura a su don José, aunque toda la noche nos parece estar viendo el espectro de Gades. No es fácil la tarea que se la había asignado al sevillano, pero la resuelve con profesionalidad y calidad. La bailaora Esmeralda Manzanas aporta carnalidad a esta luminosa, pletórica, mujer que “hace el amor y la guerra”. Una obra que es un hito. Un clásico del ballet flamenco. Es un concepto dancístico de otra época: otra forma de zapatear, otra forma de bracear. La coreografía es de la claridad y la pulcritud características de Gades. Incluso la puesta en escena y el vestuario son de otra época. Hasta la forma de cantar y de tocar la guitarra, si me apuran. Pero la fórmula funciona. Hoy son otras las claves. Hoy los creadores gustan de complicarse y complicarnos más. Pero me pregunto cuántas de las coreografías flamencas que hoy se estrenan superaran la prueba de los 42 años que ha superado la Carmen de Gades. En todo caso el público, a tenor de la respuesta que ofreció en el Teatro de la Maestranza, parece que se siente cómodo con esta forma de ver las cosas.
Y es que, como decía el poeta, los clásicos, como consecuencia de estar imbricados en su tiempo, resultan atemporales.
Compañía Antonio Gades. Baile: Esmeralda Manzanas (Carmen), Álvaro Madrid (don José), Jairo Rodríguez (torero), Miguel Ángel Rojas (marido), Cristina Carnero, Elena Ros, María Nadal, Mª José López, Ana del Rey, Virginia Guiñales, Raquel Ortega, Amor Cánovas, Andrea Cuenca, Miguel Lara, Ángel Navarro, Santiago Herranz, Antonio Ortega, Jose Cánovas. Cante: Alfredo Tejada, Enrique Bermúdez ‘Piculabe’, Israel Paz. Guitarra: Alberto Fuentes, José Romero. Diseño de escenografía: Antonio Saura. Música: Antonio Gades, Antonio Solera y Freire, Georges Bizet ‘Carmen, Manuel Penella ‘El Gato Montés’ y José Ortega Heredia/Federico García Lorca ‘Verde que te quiero verde’. Música grabada: Orchestra della Suisse Romande dirigida por Thomas Schippers, con Regina Resnik, Mario del Monaco y Tom Krause. Vestuario: Actualización de María Esteve sobre diseño original de Antonio Gades. Coordinador técnico y sonido: Alberto Palanques. Técnico de luces: Zaida Domínguez. Técnico de montaje: Guiomar Martín. Técnico de vestuario y utilería: Tantiana Bakunova. Dirección general: Eugenia Eiriz. Dirección de producción: Eugenia Eiriz y María Esteve. Con la colaboración especial de Dominique You, iluminador emérito. Dirección Artística: Stella Arauzo. Argumento, coreografía y dirección: Antonio Gades y Carlos Saura. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: 6 y 7 de septiembre. Aforo: Casi lleno.
Imagen: Javier del Real.