Nuestro querido y añorado Rafael de Cózar nos enseñó que los procedimientos de la vanguardia, artes difíciles de ingenio, se pierden en la noche de los tiempos y que lo que cambia hace 100 años es la actitud de rebeldía. Pero ¿qué pretende la vanguardia actual? No puede ser la rebeldía ya que está firmemente instalada en las instituciones. ¿Qué pasa con los niños terribles cuando se instalan en el poder, cuando se hacen viejos? Confieso que a mí se me pasó la fiebre dodecafónica a los 20 años. Antonia Mercé La Argentina trabajó con los músicos de vanguardia de su tiempo, pero siempre se alejó, por instinto, de las soluciones digamos que más radicales, aunque ya en su tiempo existían el dodecafonismo y demás ejercicios de intelecto musical. Vicente Escudero sí que bailó al son de dos dinamos eléctricas. Era otro espíritu. Quizá una artista debería ocultar sus fuentes de inspiración porque el nombre de La Argentina nos evoca a muchos flamencos muchas emociones. No obstante, percibo en esta obra una disonancia entre la partitura y el baile que aún no está instalado en el esquematismo puro. Al contrario, es una coreografía nerviosa, plena de sugerencias y al mismo tiempo elegante. Inspirada en las imágenes que conservamos de La Argentina. En ningún momento aparecen las castañuelas, que es una de las señas de identidad de La Argentina, en el escenario, aunque sí que están sugeridas en varias ocasiones por el piano y por los movimientos de las manos de la bailaora. Cuando la partitura se desliza, en la parte final de la obra, hacia el impresionismo, que también fue vanguardia en su momento, es cuando más me interesa la propuesta. Cuando la obra se desliza hacia la emoción. Y, siguiendo a De Cózar, no falta el ingenio, que resulta imprescindible en cualquier propuesta escénica actual. En forma de bata de cola hinchable e interminable. Al público le encantó. Pero ¿recuerdan aquella época lejana en la que no nos avergonzábamos de nuestro idioma, de nuestra seña de identidad? Era cuando España no jugaba “finals four” sino finales a cuatro. La Argentina no renunció jamás a su propio lenguaje, a pesar de que sufrió las agresiones de los cultos del momento como Óscar Esplá. Sufrió las agresiones de los cultos y de también de los cultos y morales. Pero siempre mantuvo su esencia de artista de variedades. Hasta el final mantuvo en su repertorio La corrida de Quinito Valverde. Y eso es lo que le afea Óscar Esplá. Eso y el ver su nombre mezclado con el de Jacinto Guerrero en los programas de mano. Eso y ver su nombre en los carteles del Teatro Fémina de París, un teatro de variedades. Pero ¿cómo podía renunciar a un lenguaje, a unas señas de identidad, que la habían hecho mundialmente famosa? Hay muchas Argentinas, a las que ahora se suma esta de Paula Comitre. La más popular sigue siendo la de Mariemma, que recibió el legado material de La Argentina. La diferencia entre la de Mariemma y la de Comitre es que esta última no pretende ser historicista, aunque ninguna de las dos la sea. Quizá algún día podamos conocer a La Argentina real. La que se autodenominaba bailaora, no bailarina. La que, según propia confesión, decidió olvidarse, “para siempre”, de las zapatillas de ballet. Se me antoja imposible actualizar a una artista que sigue siendo más moderna que todos nosotros. Precisamente por fidelidad a sus raíces, a Manuel Fernández y Josefa Mercé.
‘Après vous, madame’ Paula Comitre. Festival de Itálica. Baile, dirección, coreografía e idea original: Paula Comitre. Piano y creación musical: Orlando Bass. Asesoramiento dramatúrgico y escénico: La Ejecutora-Fran Pérez y Julio León Rocha. Artista visual: María Alcaide. Iluminación: Benito J. Jiménez. Lugar: Cortijo de Cuarto. Fecha: Jueves, 5 de junio. Aforo: Casi lleno.