Una nación musical
Con motivo de la publicación de ‘Capricho’ de Marina Heredia, disco dedicado al cancionero hispanoamericano, reflexionamos sobre dos sones de allá que llegaron al flamenco para quedarse
El primero de estos sones es la milonga. De origen argentino e introducida en España por Pepa de Oro, este cante procede de estilos peruanos como el yaraví y el triste. La milonga a su vez está influida en sus orígenes por la habanera y el tango y cuajaría como estilo musical independiente a finales de la década de 1870: la primera referencia escrita a la milonga como canción o danza es de 1880. Dos décadas después la milonga se integra en el tango porteño. Es decir que desde el Caribe llegó la influencia hasta el Río de la Plata. Eso sí, pasando por Cádiz. Según Hernández Jaramillo, el nombre de milonga apunta a un claro origen africano: «proviene de un dialecto localizado en Zambia, conocido como Mbunda, también conocido como Chimbunda, Gimbunda o Kimbunda, y cuyo significado (es) charla o conversación». Más tarde, Manuel Escacena crearía otra supuesta milonga, basada en una canción presuntamente mexicana, Juan Simón, que sería el modelo de otras; el triste también influirá en esta milonga, como en la vidalita. Ésta, considerada hoy como una segunda versión de la milonga, siendo más popular en la actualidad que la de Pepa Oro, la grabó Manuel Escacena en 1927, editándose al año siguiente con la guitarra de Miguel Borrull hijo. Este segundo tipo de milonga influiría a su vez, a través de Escacena, en la vidalita; o quizá fue la vidalita la que influyó en la milonga, lo vamos a ver. Blas Vega opina que este segundo tipo de milonga vino desde México en 1909 con la cuadrilla del torero Rodolfo Gaona . En realidad, el disco de Escacena viene etiquetado como Juan Simón, sin más referencia estilística. Ha sido después que se ha llamado a este cante milonga, aunque la proximidad con la vidalita es evidente. El primero en grabarla, en España, fue el Niño de Marchena, en 1926, como Canto mexicano-vidalita del enterrador Juan Simón, repitiendo la grabación al año siguiente, como Juan Simón y en 1928 como Vidalita de Juan Simón. En la década de los 20 también la grabaron Angelillo, como Juan Simón y Chaconcito, como Vidalita de Juan Simón. Es en los años 30 cuando esta vidalita pasaría a ser Milonga de Juan Simón de la mano de Angelillo, en 1935, y El Chato de las Ventas (Parodia de Juan Simón-Milonga del enterrador). Y en esa década, y posteriormente, se grabarían infinidad de milongas plañideras inspiradas en esta tonada de Juan Simón y su enorme éxito. La primera de ellas sería acaso la titulada Milonga-Madre de mi corazón que grabó Marchena, con Montoya, en 1929, en la línea de lo que antes había grabado como vidalita. En 1930 se estrena una obra teatral titulada La hija de Juan Simón, de José María Granada y Nemesio M. Sobrevila y en 1935 se filmaría la película, del mismo título, protagoniza por Angelillo. Después la grabarían, con el nombre de La hija de Juan Simón Valderrama y Antonio Molina, que hizo, asimismo, un remake de la película. Recientemente la ha grabado, con ese título, Rosalía.
Sin embargo, antes de que fuera un estilo flamenco, la tonada Juan Simón era un popular son del cancionero hispanoamericano: Pelón y Marín, dúo colombiano, la grabó en septiembre de 1908 en México como El enterrador. La segunda versión la hicieron los cubanos Floro Zorrilla y Miguel Zaballa que la grabaron el 2 de noviembre de 1909 sin autor, pero tomada posiblemente de la grabación de Pelón y Marín. En 1912-13 en Ecuador, la grabó el cantante Antonio Jijon G. a ritmo ternario como El enterrador y en el disco aparece la etiqueta Ecuador song. El tenor mexicano Mario Talavera la grabó el 30 de abril de 1917 y figura A. Marín como autor. El 14 de abril de 1928 lo grabaron los Hermanos Hernández como popular y hay otras grabaciones posteriores. En todo caso, parece claro que la primera grabación es la de Pelón y Marín de 1908. No obstante, como informó Alberto Rodríguez, la letra es de un autor catalán, Francisco Gras y Elías. Con el título original de Simón el enterrador aparece el poema en la prensa española en 1877 y su autor lo incluye tres años después en su obra Notas perdidas: poesías originales. Luego, este poema apareció en la prensa colombiana, en concreto en una publicación llamada La Caridad, el 14 de julio de 1882 con el nombre de El sepulturero Simón, bajo la firma de Francisco Garas. Evidentemente, es una errata. De aquí, suponemos, cogió el texto el dúo y Marín le puso música, grabándolo en 1908. También parece que el compositor colombiano Flores la cantó en España en 1908, popularizándola aquí, acaso.
La vidalita es también de procedencia argentina. El origen de la actual vidalita flamenca es una canción argentina, a ritmo de habanera, de tema gaucho, y se sitúa en las primeras décadas del siglo XIX en el noroeste de Argentina y a finales de esa década es muy popular en toda Argentina y Uruguay. La primera grabación de la vidalita flamenca, tal y como la conocemos hoy, la llevó a cabo Manuel Escacena en 1927. No obstante hay otra melodía de vidalita jonda, que no ha tenido tanta continuidad en el mundo del flamenco, cuyo desembarco en España fue 1917 a través de una grabación de la Niña de los Peines. Pericón de Cádiz la grabó en 1972 con el título de Guajiras festeras con la guitarra de Félix de Utrera. Además, tenemos también la Vidalita de Juan Simón que, como vemos, luego pasó a denominarse milonga. En 1925 Marchena grabó como Vidalita-Oye mi china querida una melodía parecida a la de Juan Simón, que grabaría como sabemos al año siguiente. Vemos que Escacena aplica un mismo espíritu, descendiente acaso del triste, a su vidalita que a su Juan Simón. Así que podemos considerar a la milonga de Juan Simón y sus derivados como una modalidad de vidalita, o al revés, a la vidalita una variedad de milonga, como queramos verlo. Como hemos dicho, no tiene tanto que ver con la vidalita o la vidala argentina como con otro género llamado triste, según Molina y Espín.
Como vemos, esta continuidad entre el cancionero de América y el flamenco, que tiene su último capítulo en este Capricho de Marina Heredia, gozaba de enorme salud hace 100 años. Heredia incorpora en su obra sones mexicanos (Fallaste corazón, Cielo rojo y ya, Quiero amanecer con alguien, etc.), cubanos (Quiero hablar contigo) portorriqueños (Se nos perdió el amor), argentinos (La diablera), etc., mostrando que, en el mundo del son hispano, todo es una misma nación musical. Hoy, como hace 100 años. El disco ncluye colaboraciones de Tomatito y La Mala Rodríguez.
La ficha
‘Capricho’ Marina Heredia. Producido por José Quevedo ‘Bolita’. Universal.
Imagen: ÁLEX CÁMARA