
Los bailaores son percusionistas. Los guitarristas son percusionistas. Los cantaores son percusionistas. Y hasta el percusionista lo es. A una sociedad crispada corresponde un arte crispado. Y eso que Tierra bendita es una propuesta amable, institucional (la obra se cierra con una palabra, “Andalucía”), para todos los públicos. Sin drama ni tragedia. Pero las prisas y el ruido reinantes se cuelan por todas las rendijas. ¿Dónde está el azul del mar, el aroma de las flores? En los bordados de los mantones, en los volantes de las batas de cola. En la taranta de Manuel de Gines, en un paso a dos de amor. El flamenco es un arte masculinizado, como toda la sociedad. Cuando los que forjaron el ballet flamenco volvieron de Estados Unidos, en los años 40, la crítica les reprochó su falta de flamenquismo. Es el juicio más miope del milenio. Porque a partir de ese momento el baile flamenco se convirtió en pura percusión. ¿Dónde queda la lírica? En la bata de cola, en el mantón. En los márgenes. En las castañuelas. La castañuela fue una seña de identidad de esta compañía en el pasado. Más aún en este tipo de espectáculos amables, para todos los públicos, sin compromiso aparente. Es lógico, si pensamos en el carácter institucional de la misma. Más cuando desde los años 60 del siglo XX el flamenco comercial ha huido de la castañuela. Por considerarla una seña de identidad del pasado. En sus últimos espectáculos el Ballet Flamenco de Andalucía ha renunciado casi por completo a la castañuela. Salvo en un breve pasaje, delicioso, de Mariana Pineda. ¿Fue el solo de castañuelas del Chupete una manera de quitarse de en medio el compromiso con este instrumento? Porque la castañuela se inventó para bailar. Acompaña a la danza española, al menos, desde tiempos de Cervantes, como muestran sus novelas La ilustre fregona y La gitanilla. Lo del Chupete fue un solo de percusión que podría haberse llevado a cabo con cualquier otro instrumento de percusión. La castañuela se toca bailando. Lo del Chupete fue un ejercicio de virtuosismo. Como lo fueron muchos pasajes de Tierra bendita. Con todo, me quedo con la ligereza de los tangos de Eduardo Leal. Y con lo demás ya mencionado: la taranta, el paso a dos por granaínas de Ángel Fariña y Lucía la Bronce, el mantón y la bata de cola por alegrías del elenco femenino. Vale que la percusión la entiende todo el mundo. Hasta un niño. “Hasta los americanos”. Qué va, es coña. En Washington sí que saben de flamenco.
Tierra bendita’. Ballet Flamenco de Andalucía. Baile: Patricia Guerrero, Eduardo Leal, Adriana Gómez, Álvaro Aguilera, Ángel Fariña, Araceli Muñoz, Arturo Fajardo, Blanca Lorente, Claudia la Debla, David Vargas, Hugo Aguilar, Jasiel Nahin, Lucía la Bronce, María Carrasco, Sofía Suárez. Dirección escénica y coreografía: Patricia Guerrero. Otras coreografías: Eduardo Leal. Guitarra y composición musical: Jesús Rodríguez y José Luis Medina. Cante y composición: Amparo Lagares, Manuel de Gines. Percusión y composición: David ‘Chupete’. Poema: Manuel Benítez Carrasco. Lugar: Teatro Central. Fecha: 7 y 8 de noviembre. Aforo: Lleno.
Imagen: Juan Carlos Muñoz/Diario de Sevilla.