El Vito es una derivada de Los bailes robados y mantiene el espíritu de la anterior creación de David Coria y, si cabe, presentándola de forma aún más concentrada. Fue bonito disfrutar de la danza flamenca con luz natural y en decorados casuales. Y sentir los corazones y el aliento de los bailaores a pocos metros de distancia. Y es que todos ganan a pleno sol. Unos bailaores que son un portento físico, muy exigidos por la coreografía, tanto de pie como en el suelo, a pesar de lo exiguo del espacio disponible. Pero el grupo y el coreógrafo supieron hacer virtud de esta limitación. Dominando todo el espacio y moviéndose como un solo ente. Son cinco solistas pero se presentan como un todo. Sin perder su personalidad. Dominando el espacio en vertical y en horizontal. Convirtiendo esta celebración del Día del Flamenco en un ritual donde el público es parte de la obra. El Vito, como Los bailes robados, es una obra frenética donde la danza y la resistencia física de sus intérpretes parecen no tener fin. David Coria tuvo, además, ocasión para su lucimiento personal en una farruca intensa, concentrada, por momentos acrobática. Los intérpretes experimentan con todos los músculos de su cuerpo en El Vito. También experimentan con el uso de la voz en la obra. Con la percusión corporal. Una obra muy física. Donde nos preguntamos, también, por la emoción. Donde se estiliza lo popular hasta lo gimnástico. Es interesante verlo desde esa otra atalaya. Algo que se concibió en la calle, expuesto en el museo. Después de ser sometido a un proceso de refinado y, acaso, envasado al vacío. El canto y el violonchelo de O’Ryan son el contrapunto en El Vito. Un canto moroso que en ocasiones se perdía, parecía no llegar a nuestros oídos.
‘El Vito’ David Coria. Baile: David Coria, Florencia Oz, Marta Gálvez, Aitana Rousseau, Iván Orellana. Chelo y voz: Isadora O’Ryan. Lugar: Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Fecha: Sábado, 16 de diciembre. Aforo: Lleno.