Recital de baile. Sin más. Muchas veces menos es más, y esta es una de ellas. Cuando el baile flamenco actual se encuentra inmerso en un proceso de intelectualización desbordante, queriendo llegar a toda prisa a un lugar del que las artes contemporáneas están volviendo, Farruquito impone su ley con un recital de baile al estilo tradicional. Tradicional, ya saben, a la manera de las últimas décadas del siglo XX y comienzos del siglo XXI, que es diferente del concepto de tradicional de otras épocas del flamenco. Pero tradicional en el sentido de básico, de vuelta a las fórmulas más simples, de prescindir de un pretexto argumental o conceptual. Precisamente el flamenco es, desde sus orígenes, vanguardia por eso, por ir a la pura emoción, pasando por encima de la trama o del concepto. Por ir directamente al corazón sin pasar por la cabeza. Pero, como toda actividad humana, también precisa de su propia travesía en el desierto existencial, que es la que está atravesando desde hace unas décadas. Y, como dice un profesional de este arte, también es cuestión de caché. Lo conceptual, lo intelectual, vende más. Es decir, cobra más. Claro que en la mayoría de las ocasiones tenemos que hablar de pseudointelectual o pseudoconceptual porque el flamenco, como decía más arriba, es por definición pura emoción. Como el rayajo de Altamira. Farruquito prescinde aquí de todo concepto, de cualquier argumento, y se pone a bailar sin más. A bailarle al cante. Y ¡qué cante! De categoría. La puesta en escena es sencilla pero efectiva para lo que pretende. No trata de ocultar el baile, el flamenco, sino de mostrarlo. Farruquito no tiene problema alguno en reconocerse en sus orígenes. Al parecer, hay que llamarse Farruquito para presentar un estreno en la Bienal, en el Teatro de la Maestranza, titulado Recital de baile. Despréndanse de sus prejuicios señoras y señores programadores. Y si esto, la taranta, la bulería, la seguiriya, el fandango, no es lo que aman, pues váyanse allí donde está el objeto de su deseo. Por supuesto, esto es un prejuicio más de programadores que de los propios artistas. Una cuestión de caché que distingue al bailarín del bailaor.
La emoción llega a ráfagas desde el escena al patio de butacas. Farruquito se entrega pero siempre hay un equilibrio. Jamás se pierde. Nunca pierde su elegancia característica. Y, por supuesto, tampoco falta esa dosis, necesaria a mi parecer, de divismo. Ese público interactivo. Que se identifica plenamente con lo que ve. En Sevilla viven un millón de artistas y esto no es exageración. O con la voz ronca de Juana la del Pipa en la bulería por soleá, en las cantiñas, en las bulerías finales. O con Esperanza Fernández por seguiriyas quintaesenciadas. También en los tarantos, en la farruca. Más exquisitez no cabe. En los tangos, pura diversión. Y después, pues como decía el clásico, “que inventen ellos”. Además, Farruquito, como director, tiene la virtud de hacer que sus músicos den lo mejor de ellos mismos. Magnífico Valencia como sostén del edificio, descomunal Heredia en su solo, excepcional Pepe de Pura por granaínas, Manuel de la Nina en la levantica del Cojo, Ismael de la Rosa, Paco Vega, Fran Roca a la armónica.
XXIII Bienal de Flamenco. ‘Recital de baile’. Farruquito. Idea original y baile: Juan Manuel Fernández Montoya ‘Farruquito’. Cante: Juana la del Pipa, Esperanza Fernández, Pepe de Pura, Ismael de la Rosa ‘Bola’, Manuel de la Nina. Guitarra: Manuel Valencia. Percusiones: Paco Vega. Bajo: Julián Heredia. Vientos: Fran Roca. Música: Juan Manuel Fernández Montoya ‘Farruquito’, Manuel Valencia. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Viernes, 27 de septiembre. Aforo: Lleno.
Imagen: Farruquito en el escenario del Teatro de la Maestranza. Laura León/Bienal.