Ella ha marcado una época de la danza flamenca. Y eso es algo que se puede decir de pocos artistas. De cualquier género. Siempre me ha gustado su manera de entender el baile flamenco clásico, en la forma en la que lo entendemos hoy, distinta, por supuesto, de otras épocas, que ella misma, como digo, contribuyó a definir. Por eso he disfrutado esta noche. La bailaora granadina nos ha ofrecido una serie de bailes tradicionales a su manera frenética, densa, plena de mensaje. Esa forma de entender el flamenco que lo baila todo, cada nota, cada golpe del ritmo. Cada contratiempo. Cada síncopa. Porque puede.
Así las bulerías por soleá que abrieron la noche. O el taranto: íntimo, austero, pletórico. Y las cantiñas con las que cerró la obra, con mantón y bata de cola, derrochando recursos, energía. Velocidad, figuras.Para los tangos se hizo acompañar de dos grandes voces femeninas, su paisana Marina Heredia y La Faby. En Granada hay una forma de bailar y cantar los tangos muy diferente de la de Triana o Cádiz. El tango viene de América y se acomoda a las formas de los puertos que lo acogen. Pero luego, tierra adentro, se hace serrano, mineral. Menos negro y más mineral. Yerbabuena fue fiel a sus orígenes en los tangos.
Me interesaron menos las transiciones escénicas y más las transiciones musicales, ya que el elenco que trajo la bailaora, como siempre, es de campanillas. Paco Jarana y el baile de Yerbabuena son dos cosas indisolubles, una compenetración asombrosa. Y tuvo también su momento de lucimiento, en un solo en donde demuestra que es también un gran guitarrista solista, que fue el preludio de la granaína de Vallejo que cantó la joven Esperanza Garrido con una voz poderosa, de otro tiempo. Supo, con buen criterio, llevarse las composiciones tradicionales a su terreno que es, como digo, el del poderío vocal.
El Oruco ofreció también una pincelada de su baile poderoso, impactante, en un paso a dos con Cristian Lozano. El grupo lo completaban cuatro voces que han sido habituales en la compañía de Eva Yerbabuena, en difentes épocas. Segundo Falcón se metió, con mucho oficio, al público en el bolsillo en los fandangos de Huelva. El cantaor sevillano parece tener un pacto con el diablo porque su voz permanece sorprendentemente lozana con los años. Si me apuran, está más joven que nunca. El recientemente galardonado con la Lámpara Minera en La Unión, Jesús Corbacho, también destacó en los cantes de su tierra y homenajeó, porque puede, toda la noche a Pepe Marchena, sin duda el cantaor más genial e inimitable de la historia. Miguel Ortega puso el poderío y la contundencia. Antonio el Turry es la última gran incorporación cantaora de la compañía de Eva Yerbabuena y brilló con luz propia. Daniel Suárez a la percusión y a la electrónica fue el soporte de este gran edificio.
XXIII Bienal de Flamenco. ‘Solo a Sevilla’. Eva Yerbabuena. Baile: Eva Yerbabuena. Guitarra, composición y dirección musical: Paco Jarana. Cante: Miguel Ortega, Jesús Corbacho, Segundo Falcón, Antonio el Turry; Marina Heredia, La Faby, Esperanza Garrido. Percusión y electrónica: Daniel Suárez. Baile y percusión: José Manuel Ramos El Oruco. Baile: Cristian Lozano. Idea original, dirección artística, coreografía: Eva Yerbabuena. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: miércoles, 25 de septiembre. Aforo: Lleno.
Imagen: Eva Yerbabuena por alegrías en el Teatro de la Maestranza. Laura León/La Bienal.