El baile de Macarena López es contundente, radical, único, reconocible. Salvaje. Y, al mismo tiempo, estilizado al máximo por una técnica desbordante. Esta no es una obra redonda, perfecta. Pero ¿quién quiere obras redondas? Obras redondas hay muchas pero bailaoras personales como es López, muy pocas. López pone todo el cuerpo en su arte. Baila con las pestañas. No es solo percusión flamenca, que posee en alto grado y que regaló en dosis generosas. Baila también con las caderas en los estilos negros. De una forma natural y primitiva. Baila con los brazos, con las muñecas, con la cabeza, con el rostro. También hace filigranas, como pudimos apreciar en las cantiñas interruptus. No digo que la ironía y el humor no funcionen en la obra, ya que parte del público se rió con la broma. Digo que a mí raramente me llega la ironía y el intelectualismo en el flamenco. Claro, que yo llegué al flamenco huyendo de Inmanuel Kant y Michel Foucault. El pretexto argumental es lo que menos me llega de la obra. Por eso el final queda desdibujado. Suspendido. Reconozco también que la danza teatro tampoco me suele interesar en el flamenco. Me gusta más cuando el artista le baila a las emociones y de eso hay mucho en la obra. Emoción de la pura fisicidad. Porque López es una bailaora muy física y ahí es donde la obra se viene arriba. Con una técnica desbordante y un oído absoluto trasmite a cada músculo todo lo que hay en el ambiente sonoro. Y no solo oído, López es también una excelente observadora. Luego lo de las voces en off, el barreño o la cojera, particularmente no me dijeron nada. La obra sería la misma sin estos elementos. Francis Gómez ha buscado arreglos diferentes para las melodías clásicas de lo jondo. La parte musical, que incluye a los cantaores, ha buscada la ternura, la melancolía, el lirismo y hasta lo bucólico, que contrastara con la contundencia de la danza. La excepción fue, naturalmente, la batería del número que abre la función. El vestuario, alejado también de lo que hoy se considera tradición jonda, es muy sobrio, como la puesta en escena, pero funciona a la perfección y nos permite apreciar el cuerpo de la bailaora en todas sus evoluciones. La obra, leo a posteriori, está inspirada en la figura de la artista Margarita Gil Roësset, otra de esas muchas «mujeres adelantadas a su época» en un tiempo donde, al parecer, no debió existir ninguna mujer de su propio tiempo.
‘Una rosa azul y dos ojos rojos’. Macarena López. Coreografía y Baile: Macarena López. Cante: Miguel Poveda, Juan de Mairena, Ismael el Bola. Guitarra y dirección musical: Francis Gómez. Violín: Alexis Lefevre. Percusión: Lito Manez. Iluminación: Mamen B. Gil. Dirección de escena: David Climent. Lugar:Teatro Central, Sevilla. Fecha: 28 de mayo. Aforo: Lleno.