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Triana de viva voz

Triana y la nostalgia. Triana no es solo un barrio. Como dice el propio Eduardo Rodríguez Rodway, él empezó con la eléctrica, y luego se pasó a la española: en concreto la eléctrica era una Jomadi del cantante de los Flexor’s que, como él no sabía tocarla, dejaba a regañadientes a Eduardo. «Mi entrada en la música fue por ese canal, el del rock», afirma en esta obra. El horizonte era el rock. La libertad era el rock. La moda era el rock. Y si puede ser en inglés, mejor. La verdad del cuento es que el que se inventó lo del rock flamenco fue un guitarrista norteamericano que en 1970 grabó con Sabicas, el de Pamplona, el disco Rock encounter. Hablamos de Joe Beck, al que los flamencos, que lo ignoran todo sobre él, debían erigirle un monumento. Este disco fue ampliamente digerido, y, en algunos pasajes podemos decir que directamente copiado (compárese el tema que da título al disco con El garrotín, publicado un año más tarde) por Smash. Smash era un grupo de rock sevillano, en inglés, como casi todos los grupos sevillanos de esa época, ya que, en su mayoría, se dedicaban a hacer versiones, más o menos literales, de las bandas británicas del momento.

Fundado en 1968, Smash enseguida desarrolló un repertorio propio, en el ámbito psicodélico y progresivo, y derivó en 1971 hacia el rock aflamencado, como digo por influencia del disco de Beck y Sabicas.

Triana son los herederos de Smash y en su primer disco colabora Manuel Molina, que había sido también parte del último Smash, de esta etapa flamenca de Smash. De hecho, se ha escrito que la primera idea es que Manuel, con Lole, formara parte del grupo Triana, extremo este que desmiente Eduardo Rodríguez Rodway en este libro. El garrotín, cantado en español e inglés, fue el mayor éxito de Smash y allí ya colabora uno de los miembros del futuro grupo Triana, Juan José Palacios, según afirmó este en una entrevista.

Palacios se había iniciado como bajista primero y luego batería del grupo Los Jerrys, pasando después por Los Soñadores, Gong y Gazpacho. A él se une Eduardo Rodríguez Rodway que viene de cantar y tocar la guitarra en un grupo rumbero, Los Payos, después de haber pasado, como guitarrista, por Los Flexor’s.

Y Jesús de la Rosa, rockero en los grupos Los Nuevos Tiempos, Los Cray’s, grupos de versiones y que cantan, en algunos casos, en inglés, y Los Bravos en su última etapa. La verdad es que Triana también empezó a cantar en inglés, según escuchamos en las maquetas póstumas que se publicaron en 1985 en el álbum Tengo que marchar que más tarde se retiró del mercado y luego fue reeditado a nombre únicamente de Jesús de la Rosa.

Ambos, Eduardo y Jesús, habían coincidido en el efímero grupo Tabaca. Hablamos, por tanto, de rock, de mucho rock. Y de rumba, también. Por separado. Aún no existía el rock andaluz, mucho menos el rock flamenco.

Ese primer disco de Triana, conocido hoy en día como El patio (1975), incluye una composición de Manuel, Todo es de color y también Recuerdos de una noche, unas bulerías. Rock con raíces, rock flamenco. Una bella historia de amor, que, como tantas, se inició en las calles y acabó en los tribunales.

En Hijos del agobio (1977), el segundo disco de Triana, aún perdura el flamenquismo en las voces pero los ritmos jondos aparecen más difusos. La voz seguirá siendo flamenca, siempre, como la guitarra de Eduardo Rodríguez, y el referente jondo queda aún más lejos en sus entregas posteriores.

Por supuesto que es música de raíz, y está emparentada también con la copla o la semana santa. Quizá es por eso que en la gira del tercer disco, Sombra y luz (1979) incluyen como telonero a un joven cantaor gitano de Sevilla, José el de la Tomasa. Triana, en el fondo, va al compás del pop del momento y en los ochenta lo del rock sinfónico, por no hablar del psicodélico o del progresivo, etc., está pasado de moda. De ahí Un encuentro (1980) en que los temas reducen tanto la duración como los pasajes instrumentales para centrarse más, aún, en la voz aflamencada de su líder, Jesús de la Rosa.

Y, de nuevo, como en Señor Troncoso, una canción acompañada principalmente por la guitarra flamenca, en este caso la titulada Un nido en mi ventana.

Pero, ciertamente, hay más pop del momento y lo flamenco, incluyendo la presencia de la guitarra jonda de Rodríguez Rodway, se reduce a su mínima expresión.

Curiosamente, cuando el grupo se hace más comercial pierde el favor de parte del público. Eso sí, Tu frialdad se escucha en todas las emisoras del país. Un tema anhelado por el primer baladista del momento, Miguel Ríos, que quiere repetir el éxito de Santa Lucía con esta composición de Jesús de la Rosa, según se nos cuenta en esta obra. Pero De la Rosa no la cede. Y la voz de Jesús de la Rosa sigue sonando muy, pero que muy flamenca.

Éxito multitudinario sí, pero con matices y bajones: en Alcalá de Guadaíra van a verlo 40 personas. En Jódar, uno de los pueblos con la renta per capita más baja de Andalucía, sólo van a verlos 20 personas. Las entradas costaban 1500 pesetas, una fortuna.

Su quinto disco, Triana (1981) es unánimemente considerado como el más flojo del trío. El único respiro jondo del disco es Qué voy a hacer con tu sonrisa que Eduardo Rodríguez Rodway canta, con la voz rota, para su hijo acompañándose de la guitarra jonda.

Lo mismo pasa con Llegó el día (1983), última entrega de Triana ya que Jesús de la Rosa murió al poco tiempo de publicarse el disco.

‘Triana, a través del aire. El origen y la esencia del grupo andaluz más universal’. Eduardo Rodríguez Rodway y Pablo Selma Luna. Almuzara, pp. 493.

Imagen: Una instantánea promocional del grupo, incluida en esta obra.

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