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Dos flamencas

Se abre la grabación, el concierto, con una selección de las Tonadillas en estilo antiguo que estrenó en 1913 el autor, Enrique Granados, con la voz de la actriz y cantante Lola Membrives y con él mismo al piano. Con textos de Fernando Periquet, La maja de Goya se pone en la piel de una amante y modelo del pintor, y en ella introduce Márquez unos giros jondos por guajiras muy propios. Eso sí, la música responde más a los modelos compositivos del comienzo del siglo XX que a la de la tonadilla dieciochesca en la que se inspira. Aunque, ciertamente, la fuente de inspiración es más el mundo goyesco, de cuadros y tapices, de majas juguetonas y majos tunantes, que el de la música teatral del siglo XVIII. Modelos compositivos académicos pero también populares: en realidad las cupletistas de comienzos del siglo XIX no estaban muy alejadas, espiritualmente, de las tonadilleras del siglo XVIII: ambos modelos son brillantes, picantes, eróticos. De hecho La Goya, Raquel Meller y La Argentina, tres de las máximas figuras del género, incluyeron composiciones de Granados en sus repertorios. Raquel Meller llegó a grabar El majo discreto de este ciclo y La Argentina grabó la Jota valenciana, la Danza nº 5 y una selección de Goyescas. Si en La maja de Goya los giros flamencos van por aires de guajiras, en La maja dolorosa se acuerda Rocío Márquez, con buen criterio, de la milonga, que se estaba aflamencando en ese momento. La selección de cinco de las Tonadillas en estilo antiguo está enmarcada por dos números de las Goyescas para piano, Quejas o la maja y el ruiseñor y Coloquio de la reja en la que Rocío Márquez introduce una salida flamenca que no está en la partitura original, a la busca, como se subraya en el libreto del disco, de la inspiración flamenca de la pieza, que es el motivo inspirador de este concierto.

De hecho, la segunda parte de este concierto incluye obras de Isaac Albéniz y canciones tradicionales anónimas, con el objetivo de subrayar el vínculo señalado. Así, la Almería del libro segundo de Iberia se ofrece mezclada con el Kaddish sefardita y con la Jota de las Siete canciones populares de Falla. Lo mismo ocurre en Corpus Christi en Sevilla una de las piezas más populares de la suite Iberia, que aquí se mezclan, con buen tino, con La tarara y con una toná.

El tercero de los compositores protagonistas de esta propuesta es, como no podía ser de otra manera, Manuel de Falla, que es el gran heredero de Albéniz y el que más estrechamente colaboró con los flamencos de la época, no solo con la organización del Concurso de Cante Jondo, que este año celebra un siglo, también con el estrecho trabajo que mantuvo con Pastora Imperio, La Argentina y otros flamencos como el Félix Fernández de El sombrero de tres picos. Es precisamente una obra que compuso expresamente para Pastora Imperio, El amor brujo, la que han seleccionado Márquez y Torres-Pardo para este concierto. De El amor brujo podemos escuchar la Danza del terror de la que, afortunadamente, queda una corerografía de la Argentina que, probablemente, se encuentra en alguna filmación de la bailaora que debe de estar en algún archivo. También la Danza ritual del fuego, sin duda la pieza más conocida de esta obra. Y las dos canciones más conocidas de la obra la Canción del amor dolido y la Canción del fuego fatuo. En el libreto de esta grabación se señala que fue Falla el que comprendió que debía una segunda versión de esta obra, para lograr mayor difusión. En realidad, la segunda versión de El amor brujo es una idea de Antonia Mercé La Argentina, como podemos deducir de las cartas que le envió al compositor gaditano la bailaora. Pero la historia de El amor brujo, como saben, no acaba con La Argentina, sino que artistas como Custodia Romero, Laura de Santelmo, La Argentinita, Pilar López, Antonio Ruiz Soler, Vicente Escudero, Antonio Gades, Israel Galván y un largo etcétera hicieron su propia visión de la obra, hasta el punto de ser un clásico del Ballet Flamenco, quizá la obra más interpretada de este repertorio, pese a que originariamente no está concebida como un ballet. De ahí las dificultades que originó su coreografía. El propio Antonio Gades, que se acercó en al menos tres ocasiones diferentes a lo largo de su carrera a la pieza, señaló en algunas entrevistas esta dificultad. Pero la dificultad deriva de que la obra no fue concebida como un ballet sino como una obra escénica para Pastora Imperio y la compañía Martínez Sierra. Fue María Lejárraga la responsable del argumento y de los textos de los cantables. Era una obra de teatro de variedades del momento que incluía pantomima, recitados, bailes y canciones y que se estrenó en 1915 en el Teatro Lara de Madrid. En 1919 Falla compone El sombrero de tres picos para la compañía de Diaguilev cuyo éxito le permitiría dejar de componer para la escena teatral.

‘Flamencos: Falla, Granados, Albéniz’. Rocío Márquez y Rosa Torres-Pardo. Fundación Juan March.

 

Imagen: Un momento del recital. Cortesía Fundación Juan March.

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