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Una obra de humor intelectual y físico

Es un espectáculo para inteligentes. Que echa mano del humor en varios (¿en todos?) momentos del espectáculo. Por ejemplo: cuando cita un famoso pasaje del libreto de La verbena de la paloma referido a un «mantón de la China» (o, tal vez, «la china») y Pastora Galván saca un pañuelo de papel para baila con él utilizando la técnica del mantón. Con 30 segundos bastaba la broma, el menos para mí, pero el número se extiende varios minutos para desembocar en unas bulerías de Utrera y Lebrija donde la bailaora emula a cantaores festeros, o al propio Antonio Mairena, que bailaban y bailan por bulerías con un pañuelo. Finalmente, tras sonarse, el pañuelo termina hecho trizas y la bailaora se las echa por la cabeza, una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces, cinco veces, seis veces … ¿era necesario alargar tanto la broma? Desde donde estaba, me pareció que no. O a lo mejor es para que se enteraran del chiste los no iniciados. Porque esta es una obra para los “enteraos”, que diría Vicente Escudero, de humor endogámico. Por cierto que el texto recitado, fuera de su contexto, se mezcla con otro de la misma obra que dice el personaje de Antonia, ¿cuál era el objetivo de esta declamación? Pues, francamente, se me escapa, como otras cosas de la propuesta. Ya he dicho que es una obra para inteligentes.

Lo que más me interesó de la obra fueron las partes más clásicas, de guitarra clásica me refiero, que Pastora Galván baila maravillosamente. Escuchando las variaciones por fandangos de Dionisio Aguado nos reafirmamos en nuestra apreciación de que la guitarra es una sola, que no existe la guitarra clásica, la guitarra flamenca, la guitarra popular. Existe la guitarra. María Marín no es una cantaora de flamenco, como pudimos apreciar en su interpretación por soleá, seguiriyas o tonás. Me gustó más como hizo las canciones populares arregladas por Lorca (Nana del galapaguito y Zorongo gitano) que ya le habíamos escuchado, si no recuerdo mal, en su colaboración con el Ballet Flamenco de Andalucía. También me gustó su versión de la copla Señorita de Juan Solano y Rafael de León que el público se tomó en serio y fue uno de los números más aplaudidos de la noche, tanto la interpretación de Marín como la de Galván. Me gustaron los caracoles donde el humor se aunó con la emoción. Pastora Galván los bailó sentada de principio a fin pero sin obviar ningún pasaje de la estructura del baile, ni siquiera las castellanas. Una delicia. La obra, en fin, viene marcada por la personalidad artística actual de Israel Galván que firma dirección, producción y coreografía. Y, como todas las coreografías de Israel Galván, supone un reto enorme para su intérprete que se ha plegado a las directrices del director de la obra, ofreciendo una puesta en escena austera, mínima que, no obstante, no ha podido retener el genio desbocado de Pastora Galván. Incluye, además de las señaladas, músicas de Fernando Sor, Mozart, George Crumb, Faraulla, Georges Bizet y Goran Bregovic. Una obra de humor intelectual y físico que termina con un cuento, contado y cantado y en pantomima.

‘Sinda’. Bienal de Flamenco. Pastora Galván y María Marín. Baile: Pastora Galván. Guitarra y cante: María Marín. Sonido:Pedro León. Luces: Rubén Camacho. Vestuario:Micol Notarianni. Regidora:Balbi Parra. Producción: Compañía de Israel Galván. Dirección: Israel Galván. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Martes, 27 de septiembre. Aforo: Lleno.

Imagen: La Bienal/Claudia Ruiz Caro.

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