Manolete era el nombre artístico de Manuel Santiago Maya (Granada, 1945-2022). Era uno de los miembros más destacados de una familia flamenca sacromonteña de bailaores y guitarristas, los Maya. Manolete se inicia en las cuevas de su ciudad natal, en los espectáculos de la zambra granadina, que han sido la cantera de los artistas flamencos de esta ciudad. Pasa a Madrid con 15 años, siguiendo los pasos de su hermano, el guitarrista Juan Santiago Maya Marote y tratando de ampliar sus horizontes profesionales. Militó en los cuadros de los tablaos (Torres Bermejas, Las Brujas) y luego en algunas de las compañías más importantes de la época, las de Manuela Vargas, María Albaicín, María Rosa, La Chunga, hasta formar compañía propia en los 80. Estuvo también, como artista invitado, en el Ballet Nacional de Antonio Gades y participó como intérprete principal en Macama Jonda de José Heredia Maya y Rafael Aguilar, donde su interpretación de la farruca alcanzó. El amor brujo (1996), con coreografía de Manolo Marín, Flamenco soy (1992, repuesto en 1998) para la Compañía de Teatro de la Zambra y Latido flamenco (1998) son algunos de sus montajes, con su propia compañía o la Compañía Andaluza de Danza. En 1999 presenta Puro y Jondo con El Güito, volviendo a repetir colaboración con el bailaor madrileño al año siguiente con Solo flamenco. Con todo, el arte de Manolete, que trató de hacer extensible como coreógrafo a miembros de su compañía y de otras formaciones, era absolutamente personal, podemos decir que intransferible. De marchamo clásico, viril, vertical, sobrio, seguro y con dominio del espacio escénico. Su farruca y sus alegrías son irrepetibles y en ellas domina la elegancia y la quietud de caderas y pelvis, como mandan los cánones del baile masculino. Pausado y seguro, técnico y variado de recursos, así era baile de Manolete. Además de serlo de los miembros de su familia y de su compañía, Manolete fue maestro de varias generaciones de bailaores, magisterio que ejercía desde 2009 en su escuela de La Chumbera, a los pies de La Alhambra. Tenía legión de seguidores en Japón, hasta el punto de que dominaba el idioma japonés, de tantas veces como había visitado el país.
Respecto a su visión del flamenco actual, en una ocasión me dijo lo que: «hace treinta o cuarenta años cada bailaor tenía su propia personalidad. Esa es la diferencia mayor que veo con hoy. Ahora todos los bailaores bailan igual y bailan lo mismo. Todos bailan por bulerías. Antes éramos más variados, e incorporábamos cosas del clásico español para darle diversidad y vistosidad a nuestro arte. Creo que estábamos más preparados. Y cada uno nos especializábamos en unas técnicas y en unos palos. Ahora todos son iguales, con algunas excepciones, como Farruquito, que baila diferente porque en él es innato, lo lleva en los genes, de su abuelo. Podría poner otros ejemplos, pero son pocos más los que son diferentes». Manolete, sin lugar a dudas, lo era.