Esta noche me siento joven y vivo. Disfrutando de lo que pasa, sin expectativas. Aunque estés a mi lado. La puesta en escena está pulida hasta la trasparencia. Se aleja de los tópicos oscuros del arte contemporáneo. No hay ironía, no hay lejanía. No hay deshumanización sino todo lo contrario. Humanización de la máquina. Los intérpretes son humanos, y las máquinas son humanas. No hay jerarquía, incluso se puede decir que la propuesta rompe con el concepto de canción, ese tópico del pop, por no hablar de cante, ese tópico de lo jondo, para presentarse en una sucesión sin apenas solución de continuidad. Un todo, un flujo continuo, una marea que nos desborda desde el sonido, la luz y los textos. Cada cambio de luz hace aún más trasparente la escena, y lo mismo sucede con los cambios de vestuario y de ritmo. No hay jerarquía aunque me emocionan sobremanera los verdiales dionisiacos, bailar hasta romper el suelo, las coplas de aguinaldo al ritmo ternario, tan rural, tan civilizado, tan equilibrado, tan sutil, solar, mediterráneo, helénico, escanciado por el tiempo. En la escena hay dos y hay muchos, como descubren los saludos finales. Pero todo está tan afinado, tan pulido, que nos hace desaparecer.
La voz es dulce, desgarrada, íntima, infantil, fiera, poderosa, madura, brutal, sensual, tierna, sutil. Tercer cielo, el disco, es una delicia. Pero su versión escénica lo multiplica, nos hace saltar en las butacas. Yo lo que quería era bailar. Y bailo. Tercer cielo, de rocío Márquez y Bronquio, abrió una nueva temporada del ciclo Flamenco Viene del Sur, veterano de las programaciones regulares de flamenco en nuestra ciudad.
‘Tercer cielo’. Flamenco Viene del Sur. Voces, cuerpo: Rocío Márquez. Programación, sintetizadores: Bronquio. Lugar: Teatro Central. Fecha: Jueves, 2 de junio. Aforo: Lleno.
Imagen: Paco Lobato.