En los orígenes del cuplé y la copla nos encontramos a flamencas tan reputadas como La Argentinita, Amalia Molina o Pastora Imperio.
Dos son los cuplés de Encarnación López La Argentinita que analizan Antonio Gómez y Gloria G. Durán en estas obras. No son exactamente sicalípticos. Más bien cabría calificarlos de feministas. Muchos cuplés sicalípticos de los incluidos en este trabajo van en la línea de la liberación física, emocional y psicológica de la mujer pero, como digo, no todos son sicalípticos. Se trata de Todo al revés, de 1922, en el que le da la vuelta a los roles tradicionales de mujeres y hombres y Soy mujer (que Gómez data en 1928 y Durán en 1931, aunque yo me inclino por la fecha más temprana), en el que la crítica al concepto tradicional, patriarcal, de la mujer, depende, tanto o más que de la letra, de la música y de la interpretación de La Argentinita. Este cuplé, con música de Font de Anta y letra de Luis de Tapia, no se entiende sin la interpretación de Encarnación López. Es una obviedad: la interpretación es una forma, más, de creación y, aunque por lo general no podemos ver las coreografías de los cuplés incluidos en este libro, muchos de los discos que grabaron estas divas han llegado hasta nosotros. Son creadoras y son libres, física, emocional y psicológicamente.
Durán señala que todas ellas eran creadoras porque, además de colaborar en la concepción de la pieza, incluían improvisaciones y «morcilleos» con ecos de actualidad en sus interpretaciones. En este sentido Durán destaca el papel de Amalia de Isaura. Volviendo a Encarnación López, señala Gómez que La Argentinita «transitó sucesivamente por los territorios del cuplé, el baile español, la música culta y el flamenco». A estos géneros debemos añadir la interpretación, tanto cinematográfica, en Flor de otoño (1916) o Rosario la cortijera (1925), como teatral, en el estreno del Maleficio de la mariposa (1920) de Federico García Lorca, entre otras obras firmadas por plumas tan prestigiosas como Muñoz Seca. En realidad todos estos géneros que hoy nos parecen distintos, en esa época eran el mismo.
Encarnación López fue la que mantuvo la llama del Ballet Flamenco, género inventado por su referente, Antonia Mercé La Argentina, llama que luego pasó a las manos de su hermana Pilar López, Antonio Ruiz Soler … y que llega hasta hoy con las compañías del Ballet Nacional de España, Ballet Flamenco de Andalucía, etc. Por cierto que Mercé, de la que hoy se ofrece, por lo general, una imagen académica, también fue, entre otras cosas, una cupletista sicalíptica que, con todo el merecimiento, podría figurar también en esta obra con temas como Chufla, chufla (1928) y otros compuestos por Quinito Valverde, uno de los protagonistas de la obra de Gloria G. Durán, que dedica un capítulo al compositor.
De hecho, la colaboración Mercé-Valverde se inició con la opereta Un amor de España (1910), estrenada en París, y siguió con La tierra de la alegría (1917), estrenada en Nueva York. La opereta, además de las variedades, era un género favorito de estas artistas, aunque la estrella era el género ínfimo, llamado así por la duración de las propuestas, ya que era más chico aún que el género chico. En realidad no solo Mercé sino la propia Pilar López se desempeñó en estas lides, como Pastora Imperio, también con canciones de temática picante, Custodia Romero, Dora la Gitana, La Malagueñíta, Amalia Molina y un largo étcetera, que no figuran, por desgracia, en estas obras. Así Dora la Gitana, por ejemplo, bailaba con un traje masculino «ceñidísimo y sutil», según una crónica de la época, y fue detenida en alguna ocasión por el contenido de sus letras. Eso en su primera etapa ya que, pasado el tiempo, todas estas intérpretes, cantaoras, bailaoras, cancionistas, actrices, etc., se inclinarían por un repertorio «culto y moral» apto para todos los públicos.
Ellas compartieron los escenarios y las publicaciones especializadas de la época, como El Eco Artístico, con las protagonistas de estas dos obras entre las que sí se incluyen La Argentinita o Amalia Molina. Escenarios como cafés cantantes, salones, teatros, etc. Incluso muchas, sin ser flamencas, coquetearon con el género jondo. No olvidemos que el flamenco tributó como variedades hasta que a Vedrines se le ocurrió lo de la ópera flamenca.
Y precisamente esta convivencia con lo sicalíptico fue una de las razones del antiflamenquismo de Eugenio Noel, razones que asumiría Manuel de Falla en las bases de su Concurso de Cante Jondo, al vetar la presencia de los profesionales que estaban contaminados de noche, alcohol, plata y sicalipsis. La obra de Durán subraya con brillantez el vínculo de estas artistas con la vanguardia: Picasso, Romero de Torres, Gómez de la Serna, dadaísmo, futurismo … No en vano Amalia Molina confiesa en una entrevista que es «una flamenca de vanguardia». Durán narra el paso en 1905 de Alice Guy por España pero nada cuenta de sus filmaciones de La Chata de la Jampona, de María la Jardín o del grupo de Maestro Otero. Durán incluye una cita a Custodia Romero, (en la que se la nombra como Custodia Hornero), protagonista del baile del film La tierra de los toros (1924), una película dirigida y protagonizada por Musidora «la musa dadá». Aunque, como era habitual en esa época, la presencia de la bailaora se limitó a bailar en el estreno de la misma. En el cuadro que hizo Julio Romero de Torres de Musidora (1921), ésta aparece reposando en un sofá, y tras ella una flamenca sosteniendo una guitarra. Flamenca que bien pudiera ser la mismísima Custodia Romero, que en 1925, también fue objeto de los pinceles de Romero de Torres, como otras flamencas: Pastora Imperio (1911-12, 1913,1922), La Argentinita (1925), Lolita Astolfi (1923-24, en un desnudo titulado Cante hondo), etc. O también podría ser Natalia Castro Rodríguez, otra gitana y flamenca que posó para Romero de Torres.
Los orígenes del género del cuplé se encuentran, como saben, en Francia y, al poco de llegar a España, surgió una modalidad «culta y moral» que cultivaron, además de las citadas, flamencas como Teresita España, Emilia Benito o Adela López, entre otras. De esta mezcla, entre el cuplé y el flamenco, nació la llamada canción española o copla andaluza.
‘Sicalípticas’. Gloria G. Durán. La Felguera, 506 pp. ‘Las picardías de nuestros abuelos’. Antonio Gómez. Serie Gong, 237 pp.
Imagen: ‘Musidora’ (1921) de Julio Romero de Torres.