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ESTRELLA MORENTE Y RAFAEL RIQUENI | CRÍTICA

 

Una caricia en el corazón

En la segunda parte del recital la cantaora se asentó en el escenario y su voz se presentó más serena, más segura. Y de ahí vino lomejor de la noche. El garrotín resultó una delicia. Es un cante nuevo en el repertorio de Estrella Morente. O, al menos, yo no creo habérselo escuchado antes. Lo cantó con delicadeza, huyendo de alguna estridencia que se deslizó en la primera parte. Un cante sencillo, una melodía rica, entrañable. Entre la melancolía y la ironía. Con una falseta sutilísima del tocaor trianero. Ya conocen el monumento que Riqueni hizo, en su tiempo, con el garrotín. Estrella Morente tuvo el gusto, además, de regalarnos, por este cante, unos versos del cubano Nicolás Guillén. Versos que ya había musicado su padre en Negra, si tu supieras un disco que, si no fue el debut discográfico de la niña Estrella Morente, poco faltará. La bulería por soleá, así reza en el programa, fue lo mejor de la noche. Morente se identificó totalmente con el sentido directo de los cantes cortos jerezanos hasta el punto de quitarnos el aliento. En los tangos del Sacromonte se encontró en un terreno familiar, seguro, de melodías tradicionales y paternas. Por bulerías en modo mayor para cantar un par de fragmentos de Debajo de la hoja y Los cuatro muleros, las canciones que La Argentinita y Lorca popularizaran en los felices, violentos, entrañables y republicanos años 30. Y luego el cuplé por bulerías de la Niña de los Peines, al menos de su repertorio, Matilde la Chula en el que la cantaora demostró que no se ha olvidado de cómo se hace una pataíta con gracia o como se mueve un mantón con salero.

De la primera parte me gustaron las alegrías ligadas con las que abrió la noche, evocando a la más alada Pastora Pavón. En los tientos se mostró muy concentrada. Por soleá escanció unos cuantos cantes trianeros y en la seguiriya se peleó con la melodía. Por malagueñas nos ofreció una de las creaciones más conocidas del Canario de Álora.

En el interludio, Rafael Riqueni ofreció en solitario una pieza rica de armonías. Luego Juañares y Antonio Carbonell nos regalaron un buchito de su cante por bulerías demostrando el tío de Estrella que aún conserva esa voz directa y esa afinación que lo hicieron popular.

Estrella Morente Carbonell es el timbre vocal. Es el colorido en la voz. La afinación. Y también el conocimiento del repertorio tradicional, con lo que mejor se identifica. Por eso ofreció un recital estrictamente clásico. La distancia social nos ha facilitado esta cercanía física: hacía años que no veíamos a Estrella Morente tan cerca, al menos sobre un escenario.

Rafael Riqueni le ofreció un acompañamiento ejemplar, mostrando una sensibilidad enorme para con el cante. Demostró que se acuerda de como se acompaña a la voz flamenca. Sin aspavientos, sin énfasis innecesarios. Demostró una vez más que el flamenco, en concreto el toque jondo, puede ser un arte de intimidad, de proximidad, de sugerencia. Y además nos regaló un repertorio muy variado de falsetas de los diferentes estilos que interpretaron ambos artistas ayer en el Lope de Vega.

El hecho de recurrir al tocaor trianero muestra el compromiso que siempre ha tenido Estrella Morente con la memoria de su padre. Y con Sevilla. Era una apuesta. Y ya saben cómo le motivan a la cantaora los retos. El resultado ha sido una caricia en el corazón para los aficionados que gozamos, tantas noches, de la admiración, la amistad, la complicidad y el amor mutuo de Morente y Riqueni.

 

La ficha

‘Estrella Morente y Rafael Riqueni’. XXI Bienal de Flamenco. Cante: Estrella Morente. Guitarra: Rafael Riqueni. Palmas y cante: Antonio Carbonell, Juañares. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Domingo, 4 de octubre. Aforo: Lleno.

 

Imagen: Bienal de Flamenco/Claudia Ruiz Caro.

 

 

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